domingo, 7 de junio de 2015

Cigalon, por Skorecki





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Para Ford, para Mizoguchi, todo sucede en presente. Saben tomarse su tiempo, sobre todo cuando el tiempo apremia. Si hay algo que se saben al dedillo, es el método para seguir vivos. Cada película lo demuestra, cada emoción, cada plano. No abundan aquellos que saben aturdirse, hasta un grado tal de incandescencia riente, con el teatro de la vida. Digamos que están Ford, Mizoguchi, Pagnol, Guitry y eso es todo, más o menos. Para Pagnol, cuyo cine (sobre todo las primeras películas) es lo más cercano a Ford que se haya hecho, se trata de reírse de la gente sin burlarse de ellos. No es fácil, como diría aquel. Aquel dice tantas cosas, la verdad sea dicha... Cuando vio Cigalon, inusual Pagnol de 1935, no supo qué decir. Murmuró algo tipo: "Joder, qué moderno es esto. Cuando uno piensa que hizo esto hace setenta años, el gilipollas, cuesta creerlo."
Uno nunca acaba de creerse lo de Pagnol. Tras dos largas horas de un silencio profundo, un silencio de borracho o de drogado, aquel salió de su silencio. "Cuando un piensa que este Cigalon, esta puñetera obra de teatro, este puñetero teatro filmado, es lo más bello que se ha hecho en cine desde la invención del mundo, entonces ¿qué se puede hacer con eso, eh?"
Como no sabía qué responderle, no respondí nada. También yo pensaba que era extraño que una simple pagnolada trastoque el orden de las cosas, el orden del cine. Lo bello, lo feo, lo sublime, ¿como clasificarlos tras haber visto esta extraña historia de un cocinero que se niega a cocinar para sus clientes? Para permanecer en los años 30, digamos que Cigalon es lo más cercano a Steamboat Round the Bend (Ford, 1935) y por supuesto a La nuit du carrefour (Renoir, 1932)
Louis Skorecki, 27 de septiembre de 2004


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No son tantos los que saben aturdirse con la incandescencia riente del teatro de la vida. Recordar al cinéfilo que el cine y el teatro, es lo mismo. Nomás la gesticulación en el espacio (filmada o no, ¿qué más da?) de algunos cazurros y cazurras en busca de amor y de sentido. Cigalon, el héroe de la película del mismo nombre (Pagnol, 1935) no tiene su Cigalona, pero es como si. Su Cigalona es primero su hermana, que lo aguanta con una mezcla de admiración resignada y de amor pre-parejas-de-hecho. Sobre todo está su cocina, ese arte tan extraño de cocer a fuego lento unos pequeños platos suculentos que no quiere compartir con nadie. Un cocinero que rechaza que otros prueben lo que cocina ¿sigue siendo un cocinero? Y si no es un cocinero ¿qué es? Un Cigalon, cazurro, y eso es todo.
El actor Arnaudy, el que se la ve con el papel, con todo su corpachón, el que afronta cada plano con cada uno de sus gramos de músculo y de grasa, es también un Cigalon. ¿Dónde le habíamos visto ya, a Arnaudy? No le habíamos visto en ninguna parte, te digo que era un Cigalon, cazurro, que era un cineasta. ¿Quién mostrará Direct au coeur (1932), la única película que el cineasta Arnaudy haya firmado jamás (basada en un obra de su amigo Pagnol)? No quería actuar, Arnaudy. Demasiado genial, demasiado cansado, demasiado decepcionado por la vida. En el teatro, en el café-concierto, la cosa era distinta.
Debía de dar mucho de su persona, Arnaudy. Ese tipo, que rechazó la gloria y la celebridad que el cine le  otorgó a sus pares, a sus gemelos de cine, Raimu, Harry Baur, ¿por qué no la aprovechó él también? ¿Demasiado moderno? ¿Demasiado físico? ¿Demasiado intenso? ¿Demasiado arcaico? Una mezcla de todo eso, una mezcla demasiado mezclada, sin duda. Pasando sin avisar de la risa contenida a las lágrimas contenidas, de la mayor sutilidad al exceso. ¿Quién sabe aún que Arnaudy y cine son sinónimos? ¿Quién lo sabe?
Louis Skorecki, 28 de septiembre de 2004